miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mangow verdei


Quien haya tenido la delicadeza de detenerse a observar esta ciudad, habrá notado que por nuestras calles abundan las matas de mango. Esas matas –porque en Venezuela un árbol frutal también se llama mata- están entre mis favoritas, por eso las vigilo, les rindo culto y las he designado como el destino final de mis cenizas. Como consecuencia de mi fascinación por la mata, la fruta está también entre mis predilectas, pero cuando está madura, amarillita, con ese olor que seduce…

Desde hace no sé cuánto tiempo, en nuestras calles caraqueñas el mango ha hecho su punto, pero no tanto en sus ramas como en las esquinas. Los contemplo siempre empaquetados en bolsitas transparentes, revestidos de adobo y sal, sobre las tapas de ventiladores que alguna vez espantaron el calor y los zancudos de algún mortal y que ahora, colocados en círculos, alrededor de las botellas vacías de agua mineral que fueron convertidas en condimenteros, contrastan su particular color verde amarillo con las prendas multicolores, la piel morena de las señoras que le dan vida a ese negocio y el cuñete vacío de pintura o de aceite donde descansa la humanidad de la vendedora.

Tengo tiempo obsesionada con esa imagen, el contraste visual de todo ese conjunto me fascina, pero más allá del cuadro que dibuja en mi mente, son las preguntas acerca de la conjunción de todos esos elementos los que atrapan mi atención. Cada vez que veo una vendedora de mango verde me pregunto qué relación hay entre el mango y la tapa del ventilador,  ¿por qué una tapa de ventilador convertida en bandeja?, ¿cómo han hecho para conseguir tantas? En este punto mi imaginación vuela… ¿salen de noche y asaltan las casas donde hay ventiladores?, ¿las compran?, ¿las encargan por catálogo? ¿Cómo hacen para que todas usen los mismos instrumentos de trabajo?, ¿existe un sindicato de vendedoras de mango verde?, ¿tienen un código de ética y comercio?, ¿cómo llegaron a la conclusión de que es el cuñete vacío la mejor opción para sentarse?



De momento mis preguntas están sin respuestas porque ya hice el intento de entrevistar a las señoras y la barrera lingüística –casi no hablan español- junto con la desconfianza hacia una loca que, con emoción, les pregunta por la relación entre el mango verde y las tapas del ventilador no han servido de mucha ayuda… pero como soy optimista seguiré insistiendo, buscaré alguna forma de entrar en ese círculo y satisfacer mi curiosidad. 

Mientras tanto me sigo parando disimuladamente al lado de ellas, espiando… inspirándome en su grito de guerra: ¡mangow verdei cown saaalll! a ver si de pronto me ilumina y se me ocurre una idea mejor que el acoso. 

2 comentarios:

Sucuba dijo...

yo particularmente no puedo evitar comprar un mango verde cuando le paso al lado de una de estas señoras, me encanta! me van a dejar en la quiebra porque siguen apareciendo cada vez mas! saludos!

Alejandro Terenzani dijo...

¿Sabías que el mango es originario de la India y zonas del sur asiáticas? ;)