jueves, 6 de mayo de 2010

¡Quién fuera mocho!


¡Cuida’o con el mocho! ¡Cuida’o y me despeinan!, son las frases de presentación de uno de los tantos personajes que transitan por el Metro de Caracas desde hace ya bastante tiempo. “El mocho”, como él mismo se denomina, es un hombre de aproximadamente cuarenta y tantos años a quien le falta ambas piernas y cuyo medio de subsistencia consiste en pedir dinero, oficio, de paso sea dicho, muy difundido actualmente y con unos despliegues de creatividad que jamás pensé ver y escuchar.

La rutina del mocho hasta hoy siempre fue la misma: entrar al vagón, transitar muy rápido por los estrechos pasillos mientras grita su pregón envuelto en miseria y mueve constantemente una botella plástica que alguna vez tuvo refresco (de esas de 600 ml) y que ahora, con el pico cortado casi a dentelladas, contiene unas cuantas monedas que él hace sonar una y otra vez. Sin embargo algo hizo que el mocho, tal vez por culpa de Mercurio retrógrado, caminara más lento que de costumbre y se detuviera debajo de unas inmensas nalgas empaquetadas en un pantalón blanco e hilo dental. Sin reserva alguna, con un descaro e ingenuidad que hacía tiempo no observaba, él las contempló desde su perspectiva privilegiada, si se piensa en el hecho, y les dedicó un intento de poema tan goloso como soez. Vi sus manos a punto de aferrarse a esas montañas flotantes, pero él prefirió hacer sonar nuevamente la botella para disimular el ruido de su corazón que podía escucharse por encima de su voz.


La emoción de hoy le valió más billetes que monedas por parte del público masculino… y la expresión de un cómplice anónimo que no se aguantó la frase de ¡quién fuera mocho!


En la foto, otro de los carteles curiosos del zapatero que trabaja cerca de la casa de mi papá.