miércoles, 27 de enero de 2010

Sobre perros y calles




No sé qué tiene la mirada de los perros callejeros que me conmueve tanto, no tienen ojos de animal ni de persona, es una mirada que habla en su lengua perruna y que se entiende tan fácil, con sentimiento. Las calles de Caracas están habitadas por miles de perros, y digo habitadas, tal cual, porque no son transeúntes, ellos hacen vida allí.

Tengo unos cuantos perros amigos cerca de mi casa, los veo a diario, los saludo y ellos a cambio menean su cola y a veces me acompañan hasta la estación del Metro. Algunos tienen nombre, como Diva, que siempre entrena mientras le monta cacería a los pajaritos negros que viven cerca del árbol que está frente al carrito de perros calientes. Ella sueña con ser top model, a pesar de su maternidad temprana y del abandono de su marido, que es un perro; o Los Novios, dos mestizos que juegan por las mañanas, que se besan y se dicen secretitos entre dentada y dentada y que despiertan la envidia de más de uno que no tiene con quien jugar.

Cerca de la casa de mi papá hay un zapatero que tiene un puesto pequeñito en la calle, él es el mejor cuidador de perros callejeros que he visto en mi vida. Su perro, callejero, tiene una rutina nada despreciable. Cada tarde, después de la 1 y hasta casi las 3 duerme en el medio de la acera, y para que nadie perturbe la siesta, el zapatero coloca un cartel de advertencia, pero no de perro bravo, sino de “perro dormido”.

A veces quisiera ser un perro callejero.