jueves, 13 de diciembre de 2012

La mala maña


En Venezuela, cuando hablamos de un mal hábito nos referimos a la mala maña. Sabemos que es redundante, pero eso forma parte de nuestro genio de la lengua, decir sólo maña sin el adjetivo no es lo mismo, la expresión tiene su real sentido cuando se usa completa. En ocasiones la maña es santa si se trata de “la bendita maña esa”, o es chiquita y venenosa cuando fulano tiene una “mañita” que no se la quita nadie.

Casi siempre las mañas se gestan desde el nacimiento, entre las más comunes están la de chuparse el dedo, el trapito o la almohada para poder conciliar el sueño, esas hasta nos parecen lindas en los niños. Luego hay otras ligadas a la ansiedad o a los nervios, como morderse las uñas y arrancarse pellejitos de los labios. Pero hay otras que son las mañas mañosas, esas rarezas que existen y que uno no termina de entender ni el cómo ni el por qué.

Hace días, como todos los días, iba en el Metro y vi una escena que captó mi total atención: una mujer llevaba a su niño, de unos dos años más o menos, sentado en sus piernas, nada fuera de lo común hasta aquí y menos en una ciudad como Caracas, en la que la tasa de natalidad siempre está más alta que la de la inflación. Él, absorto y entregado con pasión a la maña, tenía su mano metida en uno de los senos de la señora y jugaba con su pezón. Ella, muy concentrada, solo trataba de averiguar qué leía la mujer que estaba sentada a su lado, mientras todos acentuábamos nuestra cara de interrogación y nos hacíamos muecas con los ojos. Luego de esto, la escena me ocupó muchas horas pensando en que si se tratase de un trapito o de un chupón la maña se eliminaría desapareciendo esos objetos, pero en este caso… ¿podría la madre deshacerse de su pezón?, ¿si el niño, ya hombre, no supera la maña, buscará el pezón de cualquiera que esté cerca para jugar con él?

Espero que esa no se institucionalice como una maña “normal”, no logro imaginarme a una generación de niñitos que crecieron con ella y que luego, de adultos, estén a la caza de un pezón cualquiera para calmar su ansiedad… ¡¡¡¡Fin de mundo diría mi abuela!!!!

lunes, 3 de diciembre de 2012

¡¡¡Cochino!!!.. ¡¡¡graaaaaciaasss!!!


En Navidad las calles de Caracas son todo un espectáculo: vendedores, mucha gente, luces por doquier, adornos para todos los gustos, juguetes, pregones, comida, olores, colores, música… pero de todo lo que uno es capaz de ver en este mágico mes, en el cual todo se detiene para satisfacer las necesidades propias de la época, una de las tradiciones que más disfruto contemplar es la del cochinito.


El cochinito nace con los días contados. Cobra vida a mediados de noviembre, cuando la mayoría de las personas comienzan a recibir sus aguinaldos y el espíritu regalón se apodera de los venezolanos, y pasa al plano astral, generalmente, el 24 de diciembre, con el ritual del “matarile”, entre risas y ojos que cuentan todas las ñapas que se convertirán en parte de la fiesta.

Su forma depende del tipo de negocio en el cual se encuentre, de si lo decoran hombres o mujeres, expertos o aficionados, del tamaño de las aspiraciones de quienes tendrán su porción y del humor de sus dueños.

Tener un cochinito en el mostrador de la tienda, sea cual sea, tiene implicaciones que van más allá de su decoración. Casi como una suerte de código inquebrantable, por cada aporte que ingresa, sus beneficiarios gritan a coro un sentido ¡¡¡¡graaaciiiaaaaasssss!!! cuando antes el responsable de la caja y, generalmente custodio del cochino, ha anunciado la cantidad. Justo en este punto el cochinito es el protagonista del momento, en vista de que quien da la ñapa, la cual casi siempre sale del vuelto, hace algún comentario sobre su decoración, algún chiste si se parece a alguien o alguna sugerencia para volverlo más atractivo. Pero lo más hermoso de este acto es que no importa si el aporte fue mucho o poco, la celebración se hace con el mismo entusiasmo.

Nuestro cochinito navideño es la mejor demostración de que en nuestro país existen sólidos valores con respecto a la economía, él es la prueba del ahorro con propósito, breve y con resultados que muchas veces superan las expectativas.

No puedo imaginarme la Navidad venezolana sin el cochinito… sería como imaginarla también sin hallacas, pan de jamón, ponche crema; sin nacimientos, aguinaldos,… sin la reunión con los amigos, sin la fiesta en la calle.

Comparto con ustedes esta galería de cochinitos caraqueños, ¡disfrútenla!