Hace días estaba en el campo de béisbol donde practica mi hijo Guille y me llamó la atención que mientras todos los representantes y acompañantes estábamos sentados en el piso, en la grama y en los muritos de construcciones inacabadas, el único asiento disponible lo ocupaba un perro. Después de tomarle la foto a la escena, que es la que acompaña esta entrada, busqué al encargado del terreno para que me hablara sobre el dueño de la silla. “La Doña”, que es como se llama la perra, es la guardiana del lugar, muy fiel, buena compañera, juguetona y cariñosa, pero brava como una leona cuando se trata de defender lo suyo… y la silla es de ella.
Durante la conversación con el señor, fue inevitable caer en el tema de los asientos, la cortesía, la educación, la juventud, los valores y el metro. Cada vez que hablo con cualquier persona sobre el asunto, hay un punto de vista distinto pero muy válido. Por ejemplo, hay quienes opinan que los asientos, sean del color que sean, deben estar destinados para las personas de la tercera edad, para quienes tienen alguna discapacidad o movilidad reducida, para las mujeres embarazadas o para quienes lleven niños cargados. Creo que es válido, con condiciones.
Cuándo comienza la tercera edad, cuáles son los criterios que hay que tomar en cuenta para ceder el puesto. Tengo una amiga que tiene 66 años y se ve y se siente mejor que muchas de 35, mi abuela tiene 81 y tiene una energía inagotable. Recuerdo cuando mi amiga tenía 50 y tantos años, realmente me parecía mucho más vieja de lo que se ve ahora y las razones son que mientras ella tenía que salir a diario a trabajar (sin carro, en autobús, a pie, en lo que estuviese disponible como transporte público) se agotaba muchísimo más, tenía más estrés y, en consecuencia, se sentía peor; pero ahora, jubilada, ha sufrido una suerte de rejuvenecimiento gracias a que, según sus propias palabras, no tiene que cumplir un horario, caerse a golpes para abordar un vagón o una camionetita, entre otras razones, por supuesto. Ahora ella, cuando viaja en metro, se va para los vagones de los extremos, que son los que tienen los puestos azules, pero no para ir sentada, sino porque tiene más tiempo para desplazarse hacia allá pues no cumple horario y para no obligar a cualquier joven cansado de trabajar a darle el puesto a una persona de la tercera edad que realmente no lo necesita. ¡Mi amiga es mi heroína!
He visto personas que lucen cansadas darle el asiento a hombres y mujeres que llevan un bebé en brazos, yo misma lo he hecho, pero también he visto a otras que cargan al muchachote de 6 años para salirse con la suya; he visto a viejitas, en tacones más altos que los que usan muchas jóvenes, insultar a viva voz porque ellas viajan de pie, también he visto a algunos caballeros de sesenta y tanto en estado de ebriedad reclamando el puesto que les pertenece, he visto tantas injusticias hacia la gente joven que también se merece la oportunidad de viajar sentada después de un día agotador de trabajo…
Hoy pensé que La Doña, la perra cuidadora del estadio de béisbol, tenía toda la razón de ocupar la única silla disponible, ella espanta las ratas, las culebras, los ladrones y realmente no me imagino a las viejitas que van al estadio haciendo lo mismo.